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Vaca muerta no anduvo como prometía; los sueños de riqueza petrolífera tipo emiratos árabe parece que no van. Y a la vaca viva, que estaba inyectando cerca de 3.000 millones de dólares por las exportaciones de carne, le cortaron las patas, achicando a la mitad los embarques de facto.

La “vaca viva”, que muchos utilizan como sinónimo de bioeconomía, o la economía a partir de recursos naturales renovables (los del agro, claro), está siendo sopapeada por todos lados. Vaca mala, yo te ordeño más de lo que vos me podés dar, aunque te debilites demasiado., al punto de la inanición Yo líder popular, hago con los productores lo que se me plazca.

En el acto de cierre de campaña, Cristina Kirchner, la vicepresidenta, defendió la implementación de los cupos a la exportación, una postal repetitiva de viejas fórmulas que aplicaron los gobierno de ella y él, su marido Néstor, entre 2003 y 2015. Defendió poner un cepo tanto como defiende las retenciones, un impuesto absurdo -por dañino- para los países parecidos a la Argentina.

Disfruta Cristina con los cepos, tanto como disfruta de pelear con cuatro maltrechos dirigentes rurales de la Mesa de Enlace. Cristina se siente fuerte cacheteando a los que producen y a sus pobres dirigencias. Insultando. Prohibiendo.

Cristina es líder en tanto somete a los demás. No cuando los hace crecer.

“Dicen que en realidad las vacas que se iban para afuera eran todas vacas viejas. Entonces en el campo tenemos un geriátrico en lugar de producción vacuna”, afirma la ex presidenta en el cierre de la campaña electoral, mostrando una vez más una enorme ignorancia. Habló con la autosuficiencia de los que están acostumbrados a que todos aplaudan sus ocurrencias. Que triste es pensar que desde hace años Cristina casi que no escucha críticas honestas. ¡Callate pelotudo! Solo loas vacías surgen de los suyos.

Nadie va a atribuir la fortísima derrota electoral de Cristina, y de su ex crítico tenaz devenido a presidente, Alberto Fernández, al cepo a la carne vacuna. Ni a las retenciones. Ni al desprecio por quienes producen. Es mucho más grande el arco del rechazo que se expresó en estas elecciones PASO, donde  el oficialismo parecía tener que conformarse con un 30% de los votos a nivel nacional, y entonces cosechaba un 70% del rechazo del electorado. Es mucha la bronca. Bufan los productores, bufan las familias, bufan los jóvenes, bufan los viejos que se acuerdan que la Argentina era distinta -aunque siempre problemática- antes de Cristina.

Ese 30% de votos -orgulloso pese a todo frente al 70% de aversión- no es otra cosa que el volumen de adhesión habitual que se considera la base del kirchnerismo. Y es generoso, sabiendo que dos de cada tres que conforman esa base lo hacen por intereses utilitarios, ejecutivos o legisladores, empleados serviles de la política. Cristina los contrató -gobernadores inclusive- durante muchos años. Pero sin vacas muertas y con las vacas vivas sometidas por ellos mismos, sin dinero, la indocilidad y traición parecen estar a la vuelta de la esquina. Hay muchos que dicen que el kirchnerismo no es posible sin plata.

Los resultados de la contienda electoral (solo una previa del 14 de noviembre) muestras resultados catastróficos: El kirchnerismo (y sus rastreras variaciones massistas, albertistas, sindicalistas, comunistas y hasta peronistas) pierde en Jujuy, en Salta, en Chaco, en Corrientes, Misiones, Entre Ríos, en La Pampa, en Córdoba, en San Luis, en Mendoza, en Tierra del Fuego, en Chubut, en la ciudad de Buenos Aires, y en la provincia de Buenos Aires.

Hasta en Santa Cruz perdía Cristina. Y Máximo. Y Alicia Kirchner.

¿Habla Cristina? ¿No habla Cristina? A la mayoría que no la votó, o mejor dicho a la mayoría que la rechazó con su voto, la verdad es que si habla o si no habla ya le importa demasiado poco. Macri aprovecha el triunfo sonoro de la oposición y sí habla, se le monta encima a la indignación de la gente: Dice que “hoy empieza el final del populismo”, como si no hubiera gobernado cuatro años y no haya sido responsable del regreso de Cristina y de los suyos. Hoy empieza el final del populismo por segunda vez, afirma quien fracasó en la primera.

Macri no importa. Solo molesta su nula capacidad de autocrítica. Se chocará con mil paredes, pero la gran derrota es ahora la de Cristina.

Las vacas viejas, o conserva, o manufactura, tan despreciadas ellas por quienes no las crían ni las conocen, están demostrando ser mucho más generosas que los políticos que nos gobiernan.

“Va…cayendo gente al baile”, dicen esas queridas vacas que ya han servido a la patria porque han sido bien servidas (¿Cristina podrá entender esta redundancia?).

Invitan las vacas viejas a Cristina a retirarse doméstica a su gran geriátrico, que es amable con quienes ya están de vuelta, como ellas. Crucemos los dedos porque esta vez, por fin y para siempre, sea así.

Cristina ha demostrado a través de los daños que puede ser muy dañina para quienes solo producen. Y para sus vacas.