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Siempre que podemos, los Bichos de Campo nos detenemos en las escuelas rurales presentes en los lugares que recorremos, porque sabemos que allí se escribe gran parte de la historia de cada paraje y de sus habitantes. En el partido de Las Flores existe un pequeñísimo poblado llamado Rosas, que recuperó gran vitalidad con la instalación allí, hace varios años, de una escuela de alternancia, el Centro Educativo para la Producción Total (CEPT) 37, el último de los que se crearon en la Provincia de Buenos Aires.

Ya hemos contado varias veces que son las escuelas de alternancia: centros educativos que reciben a  los chicos de la zona rural en edad de hacer el secundario y les brindan un programa con tiempos bien diferentes a los normales en la ciudad: una semana de clases intensiva en el establecimiento y dos en sus casas, donde son visitados por los docentes. Obviamente a la exigencia habitual de un secundario se le suman actividades de formación agropecuaria.

¿Sirve este esquema educativo? Si algo faltaba para convencernos fue la historia de Tamara Moreyra, una de las primeras egresadas que tuvo el CEPT 37:

Tamara fue la segundo promoción del centro educativo de Rosas y egresó en 2018 con el secundario completo. No se llevó ninguna materia ni tiene pendientes. Luce orgullosa esa situación. Su historia no tendría nada de particular si no fuera por otros detalles. 

-¿Vos sos hija de un trabajador rural, alguien que trabaja en el campo?

-Sí. Siempre trabajar en el campo. Por eso fue una salvación esta escuela cuando se abrió, porque no había otras escuelas así. Ni acá (en Las Flores) ni en el partido de General Belgrano. Ese era uno de los conflictos. En el último año de primaria, acá en Rosas, mi familia estaba muy desesperada. ¿Dónde la mandamos? Si no aparecía nada, la alternativa era mandarme a Corrientes. Porque yo soy correntina.

-¿A Corrientes con quien?

-Sería con mis abuelo, mandarme a Corrientes.

-¿Y a vos qué te parecía esa posibilidad?

-Y, era loco porque era separarme de mi familia a los 12 años. Pero a la vez yo quería terminar la secundaria. Bueno, en ese último año salió la noticia de que se iba a abrir un CEPT en Rosas, Justo, justo abrió. Fue un súper alivio: se abrió el CEP y al otro año me inscribí y fue la salvación.

Tamara habla maravillas de su paso por el centro educativo que le permitió hacer el secundario sin dejar de vivir con su familia. “Nosotros éramos un grupo chiquito y éramos los primeros, por eso estábamos en la casa anterior. Los profe eran una familia para nosotros”, relata.

Cuando se refiere a la casa anterior la ex alumna habla de las primeras instalaciones que ocupó este CEPT en el pequeño paraje de escasos habitantes. Luego el establecimiento pudo mudarse a unos galpones que pertenecían a la vieja estación de tren en desuso desde hace añares, que fueron adaptados y remodelados. Pero ese lugar también les está quedando pequeño.

Eso es lo que nos contó Juan Sebastián Silva, un veterinario de Las Flores que se involucró como docente de este CEPT y terminó siendo su director:

“Nuestro CEPT, el más nuevo de la provincia, empezó en una casa cedida por un habitante de acá, del paraje. Ahí se desarrolló por tres años, y a medida que fue aumentando la matrícula nos mudamos a los galpones del ferrocarril. Se acondicionó todo, como ustedes lo ven, para desarrollar nuestra tarea. Aparte de la parte áulica, acá también tenemos residencia porque los chicos se quedan toda la semana”, contó el directivo.

Como ya dijimos, el sistema pedagógico en este tipo de escuelas implica que los chicos pasen una semana entera en el lugar, conviviendo con sus pares y los docentes. Luego van dos semanas a sus hogares, que están ubicados en un radio de 100 kilómetros a la redonda. Allí deben comprometerse a seguir estudiando y sobre todo a hacer algunas actividades prácticas y productivas en el entorno familiar.

-¿No están rascándose sino estudiando y trabajando?

-Para nosotros los entornos formativos son los espacios productivos que manejan, y a diferencia de una escuela agraria tradicional, eso lo tienen en sus hogares. Por eso es que una condición para ser estudiante de un CEPT es que sean habitantes del medio rural.

-¿Entonces es muy auspicioso que a un CEPT lo vaya corriendo la matrícula? Quiere decir que es una zona que todavía tiene chicos en el medio rural que necesitan el secundario y lo están haciendo…

-Hoy en día tenemos una matrícula de 87 estudiantes y en lo que va de este año, la realidad es que lamentablemente la hemos tenido que negar el ingreso a unos 15 estudiantes por una cuestión de espacio físico. La limitante son las aulas. Nuestra residencia ha quedado chica porque nuestra matrícula ha ido aumentando con el pasar de los años. Por eso lamentablemente estamos teniendo que vernos obligado en muchas situaciones a decirle que no a algunos estudiantes.

-¿Y cómo se puede crecer? Lo más fácil sería la estación del otro lado de la vía.

-En realidad, como una primera medida para salvar la situación la Municipalidad de la Flores nos cede el espacio junto con el ferrocarril y nos está ayudando en la construcción de esa nueva residencia, en lo que era la de la delegación del ferrocarril. Pero a su vez estamos trabajando sobre un proyecto para hacer un edificio propio. El municipio de Las Flores no cede un terreno acá en Rosas, que queda unos mil metros para allá y en ese espacio que es media hectárea más o menos, estamos empezando a planificar lo que sería el edificio propio ya con con instalaciones adecuadas para una institución educativa.

Juan, que tiene solo 38 años, nos describe que la mayor parte de los alumnos que llegan en busca de un lugar en el CEPT, si bien hay algunos que son hijos de productores propietarios de su tierra, son hijos de trabajadores rurales o peones de campo.

Como Tamara, que pudo terminar el secundario hace cuatro años, evitó una migración forzosa hacia Corrientes, se mantiene con su familia en un entorno rural y hasta pudo hacer un terciario en Administración de Empresas en Las Flores, que terminó de cursar el año pasado.

“Ese es uno de los objetivos del CEPT: que los chicos no se vayan a la ciudad, que se queden en el campo, pero con mejores situaciones en la vida”, resume.