Seleccionar página

La noticia, leída en la ultrainflacionaria argentina, es recibida con algo de incredulidad: el Índice Nacional de Precios al Consumidor Amplio IPCA-15 en Brasil registró una caída de 0,73% en lo que va del presente mes de agosto.

El decir, el IPCA-15, elaborado por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), registró deflación. ¿Cómo es eso posible si subieron los alimentos, los servicios, la indumentaria y los alquileres, entre otros rubros?

La respuesta: una baja brutal de los combustibles con la nafta a la cabeza (-16,8%) y por detrás el etanol (-10,7%), mientras que la reducción del valor del gasoil (-0,5%) fue bastante menor porque buena parte del mismo –como sucede también en la Argentina– debe importarse.

Los precios de los combustibles cayeron, en primera instancia, por una decisión política: el presidente Jair Bolsonaro procedió a reducir el Impuesto sobre Circulación de Mercaderías y Servicios de transporte (ICMS) vigente sobre los mismos.

Pero esa es sólo una parte de la “película”, porque, antes de la baja del precio de la nafta, el valor del etanol ya había comenzado a reducirse en línea con incentivos orientados a expandir la producción del biocombustible, el cual se elabora en Brasil mayormente a base de caña de azúcar, aunque en los últimos tiempos viene creciendo la fabricación de etanol maicero en el país.

La reducción del costo de los combustibles y, por extensión, del transporte y los fletes, se pudo plasmar en Brasil gracias a la particular política de promoción de biocombustibles implementada en las últimas décadas en ese país.

Dos datos para tener en cuenta: la mezcla obligatoria de bioetanol con nafta en Brasil es del 27,5% y el 85% del parque de vehículos brasileño es “flex fuel”, es decir, puede usar nafta o etanol al 100% o bien una combinación de ambos sin inconvenientes.

Fábio Vinhado, director de Biocombustibles en el Ministerio de Minería y Energía de Brasil, comentó en un reciente evento realizado en la ciudad de Buenos Aires (Ethanol Talks Argentina) que en los últimos siete años el etanol resultó ser en promedio un 17% más barato que la nafta.

Pero esa brecha entre ambos combustibles, debido a las condiciones presentes en el mercado internacional luego de la invasión a Ucrania por parte de Rusia, se incrementó de manera considerable y actualmente supera el 25%.

Adicionalmente, gracias al corte obligatorio del 27,5%, la nafta, además de mejorar su octanaje, termina siendo más económica que el producto elaborado completamente a partir de fuentes fósiles.

“Lo destacable es que los consumidores brasileños tienen la posibilidad de elegir el combustible deseado en cada estación de suministro y a un precio que no es controlado (por el Estado), sino un precio de mercado”, comentó Vinhado en el evento porteño a través de una charla virtual ofrecida desde Brasilia.

Es decir: el Estado determina las “reglas de juego”, pero no interviene en la formación de los precios de los combustibles para permitir que la demanda regule a la oferta sin provocar distorsiones innecesarias.

“Argentina tiene potencial para garantizar el suministro de biocombustibles para una transición energética con costos competitivos”, aseguró el funcionario brasileño.

Aunque con el potencial, sin políticas adecuadas (y políticos adecuados), no es factible lograr nada por sí mismo.