En una jugada estudiada, eludieron las medidas de seguridad y vaciaron un galpón de una familia de agricultores de Casilda. Denuncian que los delitos rurales no dejan de crecer.
Los delincuentes rompieron la pared del galpón de la familia Zingarini con una maza y robaron lo que tuvieron a su alcance.
Las cámaras, alarmas y barrera que instaló la familia Zingarini en su campo de Casilda para prevenir robos, no fueron suficientes para evitar el golpe. La ola de delitos rurales se multiplica en esa región del sur de Santa Fe y esta vez les tocó a ellos. “Ayer al mediodía recorrimos el campo y estaba todo bien, y esta mañana cuando volvimos encontramos el boquete y descubrimos que habían entrado”, contó Juan, cuarta generación de productores agropecuarios que desde que finalizó sus estudios secundarios, hace siete años, se dedica plenamente a las tareas rurales.
Los delincuentes entraron al establecimiento ubicado a unos quince kilómetros de la ciudad de Casilda, solo a cuatro hacia adentro de la ruta que la une con Carcarañá, se arrastraron por debajo de la barrera y, en una jugada estudiada, eludieron las cámaras pasando por un punto ciego para atravesar un primer galpón que no contenía más que unos acoplados vacíos. Luego, con una maza, hicieron un boquete e ingresaron al segundo de ellos, del cual pudieron llevarse la bomba de un fumigador, la computadora de la máquina, tomas de fuerza, un cilindro hidráulico y herramientas, según relató el joven productor.
Por este boquete ingresaron a robar en el campo de la familia Zingarini.
“Claramente es alguien que conocía bien. Yo creo que ya habrían venido, estudiaron todo bien, habrán visto que el primer galpón no tenía nada y se vinieron de nuevo preparados para romper la pared y meterse en el otro. Tenemos sospecha de una persona de la zona que ya tiene antecedentes pero no podemos probarlo”, relató Juan.
“Por suerte, como el 25 de mayo ya nos habían entrado y nos rompieron el candado de un galpón, no dejamos tantas cosas de valor que sean fáciles de llevar, porque teníamos miedo de que nos pase de nuevo. En ese momento no se llevaron nada. Ahí fue cuando pusimos las cámaras, pero eso no sirvió de mucho, ni las cámaras, ni la barrera ni la alarma impidieron que ingresaran a robar”, lamentó el productor.
En cuanto a las pérdidas sufridas, indicó: “No sé calcularlas bien todavía: una bomba vale unos $150.000, después está el cableado de la computadora, también vamos a tener que llamar a un técnico para que venga a instalar y hacer funcionar de nuevo la fumigadora ya que es todo computarizado, es mucho”, dijo.
Juan Zingarini, agricultor familiar del sur santafesino.
Juan tiene 25 años, vive en Carcarañá y trabaja junto a su padre sembrando soja, trigo, cebada, maíz y criando animales en campos de esa localidad, Casilda y Correa, en 42 hectáreas propias y unas 550 alquiladas. Los Zingarini constituyen una empresa familiar que por generaciones se ha dedicado a la producción agropecuaria pero la realidad en el campo no es la misma que la de aquel bisabuelo que comenzó la historia.
Juan Zingarini, cuatra generación de productores agropecuarios en el sur de Santa Fe.
“En esta zona rural hay dos o tres robos por semana. Acá la inseguridad es mucha, también en la ciudad de Carcarañá, y si no pueden controlar las cosas ahí creo que mucho menos lo van a hacer en el campo, cuando, además, todo el mundo nos ataca y nos usa como chivo expiatorio y nos acusan de ser culpables de todo”, opinó Juan.