Las cotizaciones de los novillitos cayeron 14% en los últimos tres meses en moneda constante por el deterioro del poder adquisitivo de la población y las restricciones a la exportación
El precio de la hacienda es el único que baja cuando todos los demás suben. Algo que podría ser noticia no lo es hasta ahora. Los precios de los novillos caen porque los salarios argentinos están en el subsuelo y porque la exportación enfrenta limitaciones que impiden su crecimiento.
En el país de la inflación encontramos, como hallazgos, productos que bajaron de precios. La hacienda es un ejemplo: el precio de los novillitos cayó 3,5% en pesos corrientes entre mayo y julio de este año; es decir, los productores perdieron un 14% contra la inflación. Extraños formadores de precios los ganaderos argentinos, que en la quinta economía inflacionaria del mundo deben bajar los valores de venta.
La reducción de precios de la hacienda cuando todo sube debería ser más noticia que el aumento de precios ganaderos en un país con un 70% de inflación y proyecciones que acarician los tres dígitos. O al menos debería servir para entender los ciclos ganaderos y no penalizar las fases alcistas y desconocer las bajistas.
En reiteradas oportunidades se ha dicho que el mercado ganadero se acerca mucho a la competencia perfecta: muchos compradores de un lado y muchos vendedores del otro. Ninguno tiene tanta fuerza como para manipular los volúmenes y los precios comercializados. Es un mercado que ajusta por precio: cuando la hacienda está lista se vende, no hay posibilidad de retener para esperar mejores valores. Tampoco hay un mercado futuro: la única certeza es el precio de hoy.
En definitiva, el juez último para convalidar o no los precios ganaderos es el consumidor. Los mostradores de las carnicerías y de los supermercados son los sensores que captan las señales de la calle y la retransmiten a toda la cadena.
Hoy esos sensores dicen que los bolsillos argentinos ponen un freno a los precios de la carne vacuna: un salario mínimo compra un 37% menos de asado comparado con el promedio 2011-2021; el asado sigue más perdido que antes.
Este comportamiento no es consecuencia de que la carne vacuna está cara en la Argentina, sino de que los salarios están bajos. Medida en dólares billetes, según el portal web preciosmundi.com, la carne vacuna en nuestro país es un 79% más barata que en Alemania, un 62% más barata que en Brasil y un 71% más barata que en Uruguay.
En los negocios ganaderos, la caída de los precios de venta pega con fuerza en los resultados de los engordes. Si se toma como referencia un engordador a corral que encerró un ternero de 160-180kg en abril pagando 395$/kg y vendió en julio ese ternero convertido en novillito de 320 kg en 304$/kg, el margen bruto final antes de impuestos y sin incluir costos financieros fue negativo en 2000$/cabeza.
Generalmente, cuando un productor inicia un engorde a corral los números se presentan negativos y se espera una actualización futura que permita sacar los márgenes a flote. Sin embargo, hoy se da la particularidad de que el precio de venta de un novillito es inferior al precio de cuatro meses atrás, cuando se planificó la inversión. ¿Cuántos productos hay que en cuatro meses van a bajar naturalmente de precio?
Consumo y exportación
Si se acepta que la caída del poder adquisitivo del consumo interno ha influido negativamente en los precios, cabe preguntarse qué está pasando con la exportación. Muchas veces, se le echa la culpa a este sector de la demanda de “encarecer la mesa de los argentinos”.
La realidad muestra otra situación: la industria está afectada por el desdoblamiento cambiario, derechos de exportación y cepo a determinados cortes que limitan las cantidades exportadas. Además, compra principalmente vacas de inferior calidad, que no tienen demanda firme por matarifes y frigoríficos que operan con el mercado interno.
Oficialmente, en 2022 el volumen exportado de carne vacuna representa solo el 28% de la producción. Pero si se hace un análisis un poco más riguroso con los datos, se ve que realmente se exporta menos que eso. Entre el 10 % y el 11% (según el Ipcva) de lo exportado corresponde a hueso vacuno; ese producto no lo come la población, pero se le descuenta al consumo. Por otra parte, se utiliza un coeficiente obsoleto para registrar las exportaciones (en toneladas de res con hueso) que las subestima porque en las últimas décadas mejoró mucho el rendimiento de las reses.
Además, hay que considerar que tenemos como cliente número 1 a China, que compra el 76% de lo que se exporta y principalmente busca todo aquello que nosotros no consumimos o no preferimos (vacas descarte). Es decir que no compite con los cortes que demanda la población, sino todo lo contrario, lo que configura una complementariedad perfecta.
Volviendo a los precios, la exportación hoy todavía tiene buenas cotizaciones internacionales, pero los resultados económicos se empañan por las restricciones a la exportación y por un tipo de cambio poco competitivo: entre dólar oficial y derechos de exportación el frigorífico recibe aproximadamente 119 pesos por dólar. Exporta y cobra mucho menos de lo que podría cobrar; consecuentemente, se hace difícil un traslado de precios superadores a los productores.
Así, en los primeros seis meses del año, la Argentina creció en exportaciones un 3% con respecto al mismo período 2021 (hay que recordar que en mayo 2021 se cerraron las exportaciones), mientras que Brasil creció un 27% y Uruguay, un 20%.
Comienza una nueva etapa
El final de la nota tampoco es noticia, pero genera esperanza. Comienzan a emerger los resultados de haber tenido una fase de precios atractivos durante un tiempo acorde con la biología de la actividad. Se observa una faena que comienza a crecer y, además, con animales que llegan cada vez con mayor kilaje al mercado. Como respuesta al desfase de precios entre los terneros para invernada y la hacienda para faena el ganadero decidió invertir más, entendiendo esto como la postergación de un beneficio presente para una mejor condición futura.
Asimismo, lentamente mejora la relación ternero/vaca, un indicador de eficiencia clave del rodeo para despertar el crecimiento de la producción. En fin, la propia ganadería genera su mejor plan ganadero, y eso es una muy buena noticia; dejémosla ser.