Seleccionar página

El Bañado La Estrella es el segundo mayor humedal de la Argentina: sus aguas cubren unas 500 mil hectáreas de campos en la provincia de Formosa cuando el río Pilcomayo, que antes era fronterizo con el Paraguay pero ahora se ha corrido unos kilómetros dentro de la Argentina, desborda en los meses de verano, durante la temporada de lluvias. Luego -entre mayo y agosto- esas aguas escurren y los campos reaparecen cubiertos de un pasto muy verde. Allí entran en acción los pequeños ganaderos de El Quebracho.

Ya hemos contado sobre la desembocadura de este enorme humedal, cerca de Las Lomitas, en el corazón del territorio formoseño. El Quebracho, que es una pequeña localidad fronteriza ubicada en pleno Chaco Salteño, se ubica en el otro extremo, un par de cientos de kilómetros más hacia el oeste, donde el Pilcomayo desborda y se forma el bañado. Nos recibe Antonio Palavecino, criollo y presidente de AQPEPROA (Asociación Quebracho de Pequeños Productores Agropecuarios).

“Estamos a unos 15 kilómetros del límite con Paraguay. Nos separa el cauce artificial y después tenemos un bañado también más adelante”, nos informa Antonio. Luego sabremos que este pequeño poblado está dentro del departamento formoseño de Ramón Lista, que es la jurisdicción con mayor porcentaje de población con NBI (Necesidades Básicas Insatisfechas) de toda la Argentina. La explicación es sencilla: aquí el agua es muy escasa, y sin agua disponible las actividades productivas son casi imposibles de llevar a cabo.

Pero allá están Antonio y otros 70 productores pequeños, tanto criollos como de las comunidades wichi, que en 2002 decidieron formar la asociación (en algunos casos fueron sus padres), para intentar desplegar en esta zona tan seca una ganadería que aporte ingresos y posibilidades de progreso. En esto, hay que decirlo, el Bañado La Estrella ha sido el mejor aliado para muchos de ellos, porque cuando las aguas se retiran ingresan con su animales en ese humedal, donde la oferta de pastos se multiplica muchas veces.

Afuera del bañado, en cambio, todo luce demasiado seco, casi rastros de pasto bajo los espinosos arbustos y los algarrobos. “Acá hacemos la ganadería tradicional, con campo abierto, y estamos recién incorporando la mejora genética. Hace unos cuatro o cinco años que venimos adquiriendo reproductores Brangus, Braford y Brahman también. Se está mejorando mucho la hacienda y esto hace que nosotros también podamos recibir mejores precios, porque venimos de años donde la hacienda valía muy poco porque no estaba mejorada”, describe Palavecino.

-Este fondo lo dice todo: hay mucha tierra y muy poco pasto. Debe ser difícil alimentar a los animales aquí.

–Esta es una zona donde se inundaba hace unos 15 años atrás. Esto eran todo bajos con agua, donde inundaba el bañado y bajaba el agua y salía pasto. Ahora depende mucho de la lluvia, que haya lluvia para que mejore el campo. Así que ahora estamos con escasez de pasto. Por eso en algunos lugares, en la zona donde no se inunda, estamos haciendo algunas pasturas en cada lote como para poder solventar ese déficit. Pero si o si tenemos que estar en la costa del río porque es agua permanente que viene y que le hace muy bien a la producción.

-Supongo que cuando el río desborda y tapa todo, hay que sacar la hacienda como en cualquier humedal. Y cuando se retira, aprovechan la pastura que queda debajo.

-Claro. Cuando está empezando a crecer, se trae todo a este lugar que es más borde, digamos. Cuando llueve en Bolivia, sabemos en cuántos días va a llegar la creciente. Entonces desde la asociación también hacemos eso: comunicarle a los productores por medios radiales o en reunión o por teléfono, para que vayan sacando la hacienda, que no se dejen agarrar con las crecientes y todo eso. Eso facilita mucho a los productores para que estén alertas.

Bichos de Campo visitó el lugar a mediados de agosto, cuando las aguas estaban retiradas y justamente los animales habían sido trasladados al bañado para aprovechar la buena oferta de pasturas. “Ahí quedan cinco o seis meses y descansan los campo. Son islas que se forman y donde hay mucha oferta de pasto. Como ahora, que no hay pasto en el bordo (la zona alta) y los ganaderos pasan al otro lado”, nos explica Palavecino.

-¿Si no existiera este humedal se podría hacer ganadería aquí? 

-Sería muy difícil. Acá tenemos, dentro de la asociación, como dos grandes zonas bien divididas. Tenemos la zona del bañado y tenemos la zona del bordo. Nosotros vemos la enorme diferencia de producción que hay entre ambas zonas. Hay un déficit en el bordo y siempre hay que asistir a los productores. Por suerte desde la asociación gestionamos ante provincia o alguna ONG o buscamos aliados con para recibir este suplemento, para que puedan sostener un tiempo la falta de pasto en esa zona.

-En estos meses más secos debe ser jorobado mantener el peso de la hacienda…

-Muy difícil. Se le hace muy difícil a la gente porque solamente está la hojarasca que queda después del frío y los vientos. Eso es lo que lo que comen los animales y después no tienen más. Ahora tienen que esperar las lluvias solamente.

Casi todos los productores que forman la Asociación de El Quebracho son pequeños en escala. Todos ellos venden los terneros, porque si la zona apenas se banca el alimento para las vacas de cría resulta una misión imposible engordar también aquí a los terneros para llevarlos hasta novillos.

En 2013, la AQPEPROA recibió la cesión de un predio de 2 hectáreas, en la cual han construido corrales y además se han hecho ensayos con pasturas, como para revertir la escasez de alimento. Nos dice Antonio: “Acá lo que funciona es el gatton panic”. Esa pastura subtropical prendió bien y por eso ya están trasladando la experiencia a unos 30 productores de las zonas altas y más secas. “Está funcionando muy bien”, celebra Antonio. “Fíjese que hace unos años atrás teníamos que traer rollos de pasto desde Las Lomitas para esta zona y ahora ya no”, compara.

Una de las hijas de Antonio estudia en la escuela agrotécnica que funciona en el lugar y también maneja una de las máquinas que ese establecimiento presta a los socios de la entidad para hacer fardos con las pasturas implantadas en cada uno de los predios. La comunidad cierra filas para sostener la ganadería.

-Han empezado a incorporar genética en los últimos cuatro o cinco años. Desde hace diez años están innovando con pasturas. ¿Qué otro objetivo tienen? 

-Los remates también es una experiencia que se empezó a hacer. Nosotros estábamos a veces muy lejos de los mercados, era muy difícil llegar en forma particular, en forma individual, a vender la hacienda y venderla bien. Entonces empezamos a juntarnos. La asociación en eso fue clave porque empezó a nuclear a los productores.

-¿Y qué sucedió?

-En 2011 llegamos por primera vez a Las Lomitas. En tres oportunidades llevamos hacienda hasta allá, primero 60 animales, después llevamos 300 y en el último llevamos casi 500 animales. Entonces dijimos: ‘Cuando lleguemos a 500 no salimos más de acá’. A partir de ahí se empezó a trabajar para hacer en 2015 un remate en El Quebracho, el primero en la historia del departamento Ramón Lista. Pero más allá de esto, lo importante para los productores era llegar a la venta, poder vender la hacienda prácticamente en su corral. Aparte de eso, uno recibe visitas de todos lados para esos días. Fue de un impacto social y económico muy grande el primer remate.

-¿Antes cómo era el sistema de comercialización en la zona?

-Cada uno juntabas terneros, hacienda, y se iba y la vendía a un carnicero o a un contratista. Nosotros recién pudimos llegar a vender directo a los frigorífico cuando estuvimos en la organización del remate en Las Lomitas. Ahí separamos 20 animales grandes y gordos.

-¿Ya se ha hecho costumbre en la zona hacer remates?

-Y no solamente acá en El Quebracho. Ya se hace en Ingeniero Juárez, ya se hace en El Chorro, se hace uno acá cerquita nomás, a 12 kilómetros, en Puerto Irigoyen. Así que yo creo que está teniendo una evolución. También hay que valorar que interviene el Estado con el tema de la financiación; los compradores tienen  la plata prácticamente financiada por el Estado. Eso permite darle seguridad y garantía al productor que va a cobrar a los 30 días. Y también los compradores dependen de eso y te aumenten un poquito el precio.

-¿Qué significa la ganadería para esta zona? Que habría en esta zona si no hubiera ganadería?

-La ganadería es todo acá en la zona. Todos tienen hacienda, todos tienen animalitos, así que creo que todos dependemos de ella. Si no habría ganadería, no sé que no habría. Lo que yo creo que habría es darle a los más jóvenes la posibilidad de que incorporen más hacienda. De esa manera vamos a poder vender más animales, vamos a poder producir más en cantidad y también en calidad.

Palavecino relata que El Quebracho está rodeada de comunidades aborígenes que tienen una lata disponibilidad de mano de obra y que usualmente sus integrantes son contratados por los productores ganaderos. Por eso, calcula que un plan de crecimiento ganadero “sería de ayuda para no solamente para los productores sino que también incluiría a la gente aborigen. Ya tenemos la escuela agrotécnica y muchos chicos de la familia wichí van a la escuela y tienen capacitación ahí”, define.

El padre de Antonio ya hacía ganadería y él calcula que su hijo también seguirá ese sendero. “Se nota un gran entusiasmo en los jóvenes que se quedan, si tienen esa posibilidad de seguir produciendo, de seguir estando acá y criar ganado”, nos dice.

-¿Y cómo te sentís cuando en Buenos Aires, en el Congreso, discuten una nueva Ley de Humedales que podría prohibirles utilizar las tierras del Bañado La Estrella?

-Acá tenemos la zona del Bañado, que ya la provincia ha declarado de libre acceso y que todos pueden tener posibilidades de acceder a los humedales. Eso sería aislarlo de los productores, no permitir que se produzca. ¿De qué va a vivir la gente si no produce?