La proyección preliminar de la cosecha argentina 2022/23 es de 127,7 millones de toneladas, una cifra 1,6% inferior a la registrada en 2021/22, según estimaciones realizadas por el equipo técnico de la Bolsa de Cereales de Buenos aires.
El mayor retroceso se daría en la superficie y producción de trigo, que, con apenas 6,1 millones de hectáreas, alcanzaría una producción de 17,5 millones de toneladas, una cifra casi 22% menor a la del ciclo anterior como consecuencia de una restricción hídrica que afectó a vastas zonas agrícolas en los últimos meses. El anuncio fue realizado hoy en un evento en línea realizado por la institución porteña relativo al lanzamiento de la campaña de granos gruesos 2022/23.
En el segundo lugar del ranking de los perdedores se ubicaría el sorgo con un área probable de siembra de 950.000 hectáreas y una cosecha estimada en 3,30 millones de toneladas, un 5,7% menos que en 2021/22.
El maíz, debido a los elevados costos de cereal en un contexto incierto tanto económico como climático, reduciría su área en un 2,6% para generar –según la Bolsa de Cereales de Buenos Aires– una cosecha de al menos 50,0 millones de toneladas versus 52,0 millones en 2021/22.
La mayor parte del maíz, frente a una tercera campaña “Niña” consecutiva, se sembrará en fechas tardías con el propósito de intentar “escapar” de una muy posible restricción hídrica durante el próximo período estival.
La soja, como suele suceder siempre que los empresarios agrícolas encaran planteos “defensivos”, tendría un crecimiento de área interanual del 2,5% para generar una producción de 48,0 millones de toneladas contra 43,3 millones en 2021/22.
El cultivo “estrella” de la campaña, tanto por los buenos precios ofrecidos como por su mayor tolerancia relativa a situaciones de déficits hídricos, es el girasol, que, con una superficie sembrada de 2,0 millones de hectáreas, permitiría generar una cosecha de 3,9 millones de toneladas (+14,7% que en 2021/22).
Si bien las proyecciones consideran el impacto de restricciones hídricas en los rendimientos estimados, la realidad es que, salvo en el caso del trigo y la cebada, que comenzarán a cosecharse en noviembre próximo, en el resto de los cultivos pueden llegar a lucir optimistas en función del escenario climático tanto presente (con muy bajas reservas de humedad en amplios regiones agrícolas) como proyectado.