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Tras la flexibilización del cepo a las exportaciones de carne vacuna que dispuso el Gobierno, el horizonte ganadero para el próximo año se presenta un poco más despejado que en los últimos meses cuando la pulsión por intervenir en el mercado por parte de la Casa Rosada era cotidiana.
Claro, todavía se está lejos de contar con un horizonte de previsibilidad como reclama la cadena para desarrollar todo su potencial. Una elevada inflación, la incertidumbre por el tipo de cambio y el riesgo permanente a nuevas regulaciones siguen estando presentes. En términos políticos, la preeminencia del ministro de Agricultura, Julián Domínguez, en las decisiones del Gobierno sobre la carne y la ganadería está despejando un camino que hasta no hace mucho tiempo atrás era solo de tropiezos.
Una oportunidad para esbozar el escenario del año próximo se presentó en el Outlook Ganadero CREA realizado esta semana. José Lizzi, coordinador del área de Ganadería de la institución, trazó dos escenarios, uno con intervención, similar al de 2021, y otro sin intervención.
En la primera de las hipótesis, habría una caída de la faena, la producción de carne, y las exportaciones. Sin intervención, por el contrario, la faena aumentaría en poco más de un millón de cabezas que este año, se producirían poco más de 200.000 kilos de carne, se exportarían más de 100.000 toneladas y el consumo per cápita aumentaría en tres kilos.
Un escenario de restricciones “está caracterizado por planteos mucho más defensivos, con dietas que contienen cada vez más pasto y menos granos, menores ganancias de peso y terminaciones mucho más extendidas en el tiempo”, dijo Lizzi y añadió: “Intervenir un sistema tan complejo como el mercado bovino no genera desacoples, sino desequilibrios”.
Para el especialista, por ejemplo, obligar por resolución a fijar un mínimo de peso de faena no contribuiría a aumentar la oferta de carne. “Es una medida que no funcionó en el pasado y tampoco va a funcionar ahora, en caso de que se quiera implementar”, opinó, y para que eso sea factible “debería plantearse una política de incentivos con un horizonte de largo plazo”.
Más allá de esa discusión, el especialista señaló que el mercado externo mantiene una demanda sólida, con China caracterizándose como el gran consumidor. Recomendó seguir de cerca lo que están haciendo los norteamericanos allí. Lejos de la supuesta rivalidad de las dos potencias, Estados Unidos está invirtiendo para aumentar su participación en el consumo de carne roja de China. Brasil tiene dificultades para ingresar en el mercado asiático por los casos de BSE, pero esta puede ser una ventaja de corto plazo porque los exportadores brasileños no se quedan quietos. Son mensajes para que la Argentina no se duerma en los laureles.
Además del escenario económico, en el Outlook Ganadero de CREA se habló sobre la perspectiva climática. La especialista Magdalena Fernández explicó que “si bien la situación actual es positiva en la mayoría de las regiones, el pronóstico no viene siendo alentador porque se espera un próximo trimestre cálido y seco”. Frente a un eventual déficit forrajero, Fernández destacó: “es importante hacer uso consciente de las reservas que tengamos y prever herramientas para evitar el impacto en el rodeo”.
El climático es un riesgo habitual, el político y económico es más difícil de mitigar.
En la agricultura
Así como la ganadería necesita señales claras, la agricultura debe tener despejado el horizonte de mediano y largo plazo. Frente a una necesidad urgente de divisas, la presión sobre el mercado de trigo no parece ser el mejor mensaje. La regulación vía el “volumen de equilibrio” afectará las decisiones que se tomen en 2022 con la siembra del cereal. Los precios relativamente elevados disimulan por ahora esta intervención. Pero también se va sintiendo en el resto de la cadena. Mientras el Gobierno le pide a los industriales “harina barata” y le propone un esquema de compensación, por el otro mantiene el congelamiento del producto al consumo. Las consecuencias de vestir a un santo para desvestir a otro son más que conocidas.
El cóctel de brecha cambiaria, derechos de exportación elevados y suba de costos de los insumos necesarios para la producción le ponen al escenario agrícola de 2022 un signo de interrogación.