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La salida de Ucrania del mercado internacional de aceite de girasol provocó a partir de marzo pasado una interrupción de los suministros globales de ese insumo crítico.

Ese bache de oferta fue cubierto por algunas naciones exportadoras, una de las cuales fue la Argentina, que en el primer semestre de 2022, según datos oficiales, exportó 514.563 toneladas de aceite de girasol en bruto para generar divisas por 793,2 millones de dólares.

En el primer semestre de 2021 había colocado aceite de girasol en bruto por 350.156 toneladas a un valor FOB total de 414,4 millones de dólares, lo que evidencia que el país logró aprovechar la oportunidad generada por el conflicto ruso-ucraniano.

El grueso de las exportaciones concretadas en el primer tramo de este año coincidió con el período de precios internacionales más elevados, lo que representó un gran negocio para el complejo girasolero y, por supuesto, también para la economía argentina ultra-necesitada de divisas.

El primer cliente del aceite de girasol en bruto argentino en enero-junio de este año fue India con compras por 278.715 toneladas. La nación asiática suspendió este año la aplicación de aranceles a la importación de aceites de girasol y soja con el propósito de promover el ingreso de ese insumo clave.

La cuestión clave para entender la rápida capacidad de respuesta del sector girasolero es que el aceite de girasol está gravado con un derecho de exportación del 7,0% del valor FOB, a diferencia del aceite de soja, que tiene una retención nada menos que del 33,0%.

Si bien más de un tercio del aceite de girasol argentino se destina al mercado interno y el precio mayorista del producto está regulado por el gobierno nacional, el hecho de contar con un derecho de exportación no tan “pesado” permite a la industria tener un mayor margen de maniobra para trasladar los precios internacionales a los valores ofrecidos a productores locales.

Muy distinto es el caso de la soja, donde la elevada carga impositiva genera un “divorcio” enorme entre el valor internacional y el interno del poroto, dificultando así la comercialización del producto. Para intentar incentivar ventas de soja, ayer el Banco Central (BCRA) implementó un mecanismo complejo y poco práctico que difícilmente pueda tener un éxito significativo.