Cristian Crespi, de Bernardo de Irigoyen (Santa Fe), sufrió el hecho el jueves pasado en un lote de maíz que estaba próximo para cosechar; “no sé si me están espiando, pero el fuego fue intencional”, dijo a LA NACION
Cristian Crespi tiene 45 años y, cuando habla de su familia, compuesta por su esposa Carina y sus dos hijos, Ludmila, de 7, y Benjamín, de 2 años, se emociona. Es que ya van tres veces que atraviesa la misma situación: el jueves pasado, por la tarde, su suegro le avisó que se le estaba incendiando el maíz en pie que tenía para cosechar y luego pagar el alquiler del campo donde produce.
Para él, el fuego fue provocado. “No sé si me están espiando, pero el fuego fue intencional, no es que tiran un fósforo o un cigarrillo sin saber. Somos varios los productores a los que nos ha pasado. Tenemos la suerte que alcanzamos ver los campos desde el pueblo. Llamamos a la policía local y movimos los Pumas [por el nombre de la patrulla rural], pero aun así es difícil pescarlos”, puntualizó el productor, oriundo de la localidad de Bernardo de Irigoyen, en el departamento de San Jerónimo, Santa Fe.
“A las 16.30 sucedió el incendio: me llamó mi suegro, después un vecino para decirme que se estaba prendiendo fuego el maíz”, explicó. “Yuyo”, como le dicen los amigos, explicó que el lote de seis hectáreas, ubicado a 3 kilómetros del pueblo, se quemó en un 80%, aproximadamente.
“Hoy, lunes, íbamos a tomar la humedad para probar trillar el miércoles o jueves. Yo vivo en el pueblo con mi familia y esta es la tercera vez que me pasa a mí, y a otros 6 o 7 agricultores de la zona”, contó.
Al descubrir que el maíz se prendía fuego, varios productores amigos corrieron a ayudarlo con lo que tenían a mano mientras llegaban los bomberos desde la ciudad de Gálvez, a 20 km, y de Barrancas, que se encuentra a esa misma distancia.
“El fuego lo apagamos entre vecinos, amigos y los bomberos. Estuvimos todos con baldes, bolsas y ramas intentando disminuirlo enseguida. No tenemos bomberos locales, están 20 kilómetros y los que tienen que llegar acá son los de Barrancas”, narró.
Crespi viene de una familia del agro. Su abuelo, Juan, fue el impulsor de la actividad agrícola-ganadera en la familia. “Esto sucedió en seis hectáreas de maíz, pero yo soy un productor pequeño y para mí eso es mucho. Me da una tristeza enorme ver todo esto así”, explicó.
Si bien aseguró que todavía no sacó las cuentas totales del daño económico, las pérdidas ya se estiman en 1,5 millones de pesos. “Los gastos siguen y siguen porque tuve que contratar gente para levantar el maíz que se podía rescatar y sigo generando gastos, porque encima no pude levantar todo”, señaló.
A Crespi le preocupa la seguridad de su familia porque esto ya ocurrió en otras oportunidades. Desde que en la región comenzaron a presentarse más casos de incendiados de campos, la policía se puso en alerta y, según explicó el productor, “ya están avisados” de lo que ocurre en esa zona.
“Es difícil trabajar así. No podemos echarle la culpa a nadie. Hoy, por ejemplo, paré, pero mañana tengo que seguir juntando el maíz del suelo para que no sea una pérdida total”, amplió.
En esta, como en las otras oportunidades, Crespi hizo la denuncia en la policía local, pero “hasta ahora no han tenido suerte” de atrapar a los delincuentes. Después de que se conociera su caso, las autoridades locales y el intendente de Bernardo de Irigoyen, Jorge Carcavilla, se pusieron en contacto con él para solidarizarse por lo ocurrido. “Está al tanto de todo esto y se está moviendo también”, afirmó.
El viento que había en el momento del hecho provocó que el fuego avanzara en cuestión de minutos sobre el lote. “Esto me da miedo por la familia, por mis hijos. Me angustia”, aseveró y agregó: “Sé que tengo que descubrir quién es, porque me da miedo que ataquen a las criaturas, hay que afrontar las cosas”.
El productor, que también hace ganadería en la localidad, resaltó que cuando se encontró con el campo en llamas, después de la llamada de alerta lo único que sintió fue “impotencia y tristeza”.
“Después de apagarlo y al ver el otro día las espigas sentí eso, porque estuvimos toda la noche levantando maíz. No se gana nada con prender fuego. Esto es desprecio a la producción. Estamos devaluados en lo económico y en la ética”, señaló con dolor en diálogo con este medio.