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La no-comunicación era parte de la estrategia de comunicación. Cuando se lanzó el “dólar soja”, la pregunta de rigor era si los pesos generados por la venta del poroto iban a poder destinarse a comprar dólar MEP. Silencio. Entonces algunos optaron por vender algo para luego probar si podían comprar dólares en el mercado bursátil local. Y, ¡bingo! Fue factible.

Tal como sucede en la ruleta, cuando uno gana un poco, por más poco que sea, lo mejor es irse y no engolosinarse. Pero la naturaleza humana es más fuerte y así fueron y fueron entrando con más y más toneladas de soja, sin saber que se estaban metiendo en un callejón sin salida.

Hacia el mediodía del lunes el rumor de que el Banco Central (BCRA) estaba a un paso de implementar un cepo contra productores de soja era tan fuerte que se escuchaba hasta en Gral. Pico. Y finalmente llegó a la tardecita el comunicado del BCRA por medio del cual se instrumentó un cepo diseñado específicamente para vendedores de soja.

El propósito es muy claro: encerrar en un corralito colmado de pesos devaluados a los poseedores, apenas unos días atrás, de un activo dolarizado, que ahora, felizmente, pasó a estar en manos del Estado y sus entusiastas administradores del dinero ajeno.

Por la noche, el secretario de Agricultura, Juan José Bahillo, dijo en redes sociales que el comunicado del BCRA que abarca a todos los vendedores de soja –productores, acopios, cooperativas, etcétera– en realidad no incluía a los productores. Parecía joda. ¿Un funcionario contradice una resolución del BCRA?

Pasadas las 23:00 horas, el adelanto de Bahillo –telefonazos de por medio– se hizo realidad con otro comunicado del BCRA que decía que la resolución, emitida apenas unas horas antes, que aseguraba que las “personas humanas” estaban comprendidas en la medida dejaban de estar comprendidas. Todo muy prolijo.

La excepción, de todas maneras, abarca a una pequeña proporción del total de incautos vendedores de soja, dado que la mayor parte de los mismos no son empresas unipersonales, sino personas jurídicas y cooperativas.

Lo extraño es que tal decisión, la instrumentación de un “corralito para sojeros”, se hace como si las elecciones presidencias fuesen mañana mismo. Pero no: aún falta más de un año para ese evento clave.

El cambio de reglas de juego, realizado con el claro propósito de evitar que la masa de pesos generada en la kermese del “dólar soja” se vuelque hacia el mercado de divisas, puede generar una potenciación del efecto desconfianza que, precisamente, fue el retrajo el ritmo de comercialización de soja en los últimos meses. El problema es que ahora, además de la soja, esa retracción puede llegar a abarcar a los demás granos.

Estamos afrontando –con una tercera fase Niña consecutiva en camino– una sequía climática que también puede llegar a transformarse en una sequía comercial.

El otro gran “acierto” de la medida del BCRA es que se toma en plena planificación de la campaña de granos gruesos 2022/23, es decir, los productores están estimando cuánto le van a dar de comer a la “máquina” generadora de los dólares que va a tener la economía argentina el año que viene.

Con semejantes acciones, está claro que desde el gobierno nacional –ahora con Sergio Massa al mando– no están realizando grandes esfuerzos motivacionales para impulsar grandes inversiones tecnológicas por parte de los productores agrícolas.

Y en el medio de esta telenovela están las decenas de miles de empresas y los millones de argentinos que, por una u otra cuestión, dependen de bienes y servicios importados que, claramente, requieren divisas para ser adquiridos. Y se están preguntando qué sucederá en el próximo año si las dificultades que vienen experimentando ya son insoportables.