Durante el Congreso de Maizar, un referente de la cadena maicera de Brasil contó cómo el sector agrícola ganó un lugar central en su país.
Como proveedor de bioeconomía, América Latina y el Caribe se muestra como un continente heterogéneo, con fortalezas y debilidades, sostuvo Manuel Otero director General del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), durante el Congreso de Maizar realizado esta semana en Buenos Aires.
Para el titular del IICA, el continente es portador de dos buenas noticias y de otras dos no tan buenas en materia de desarrollo agropecuario. La mirada positiva refleja que es el mayor exportador neto de agroalimentos del mundo, con un desempeño que supera a Estados Unidos y Europa juntos, además de contar con la mayor dotación de recursos naturales del mundo. Por el lado de sus vulnerabilidades, los efectos del cambio climático, en especial en Centroamérica, y los aumentos en los indicadores de pobreza, hambre e inseguridad alimentaria, son aún materias pendientes. “Somos el continente de las oportunidades perdidas que se pueden revertir”, afirmó.
Mirando al futuro, aseguró que la bioeconomía, entendida como un modelo de desarrollo que busca construir puentes entre la producción y el ambiente, debe servir para promover desarrollo económico y social, a través del ingreso y el empleo. En un contexto en que los mercados de bioproductos crecen más rápido que los tradicionales, Otero identificó como uno de los temas de agenda acortar las brechas productivas y continuar produciendo de manera sustentable.
“Tenemos brechas de 10 a 1 entre los productores de Guatemela y Venado Tuerto, por ejemplo. Además, como continente generamos un tercio de los gases de efecto invernadero; si bien hay otros dos tercios restantes, hay que asumir la responsabilidad de contribuir a la descarbonización y a la resiliencia ambiental”, destacó.
Otero mencionó logros de la región, como la biotecnología agrícola, en que la Argentina lideró la primera generación, y el uso de material genéticamente modificado, con tres países de la región entre los cinco que más área sembrada tienen, además de disponer de la mayor extensión bajo prácticas de agricultura conservacionista. Como prueba de esa fortaleza, ya existe en el continente un dinámico sector de bioemprendimientos, con cerca de 100 iniciativas en distintas áreas de la bioeconomía, mencionó Otero.
El caso brasilero
Enori Barbieri, vicepresidente de la Asociación Brasileña de Productores de Maíz (Abramilho), describió la estrategia llevada a cabo por su país para convertirse en el mayor productor de alimentos y también de maíz del continente. “Hace 60 años atrás, cuando yo era chico, Brasil no producía nada de proteína animal. El bacalao venía de Noruega y la carne, de la Argentina”, recordó. En la actualidad, fruto de una política pública y con iniciativa privada, Brasil se ha convertido en un motor de los agronegocios.
A través de Abramilho, los productores brasileños, junto con sus pares de la Argentina y de Estados Unidos, buscan promover la producción de maíz con biotecnología. “Con la entidad logramos que el gobierno de Brasil aceptara la tecnología”, sostuvo. Si bien admitió que la alianza con la Argentina y Estados Unidos les generó algunas dudas en su país, debido a que son competidores en el comercio del cereal, Barbieri destacó la necesidad de llevar a cabo una estrategia conjunta. “Debemos convencer entre los tres que la biotecnología es competitividad y que traza el camino”.
Como forjador del modelo brasileño, el productor destacó la labor de Alysson Paulinelli, un transformador de la producción agrícola en el vecino país. A partir de la ciencia y de la investigación, fue el que introdujo la producción en la región del “Cerrado” brasileño y logró una verdadera revolución. Actualmente, los 1.102 municipios ubicados en esa región producen el 46% de la cosecha de soja del país, el 49% del maíz, el 93% del algodón y el 25% del café. Además del 32% del ganado, el 22% de los pollos y el 22% de los cerdos, según datos del instituto estatal de estadísticas IBGE.
Con 126 millones de toneladas, Brasil es el segundo exportador mundial de granos de maíz. No obstante, Barbieri observó materias pendientes, en especial, en materia logística. Matto Grosso, por ejemplo, estado que produce el mayor volumen de maíz (46 millones de toneladas), está a 2.000 km de los puertos y de los centros de procesamiento. “Traer ese grano cuesta dinero. Hay que resolver esos problemas”, indicó.
El agro de Brasil se apoya en la fuerte estructura que tiene en el Congreso brasileño. “De 513 diputados, más de 300 forman parte del frente parlamentario de agricultura”, destacó.