Clarín – Buenos Aires – CABA – 10-02-2020 El cálculo del “Panel Intergubernamental en Cambio Climático” de las Naciones Unidas (IPCC, por sus siglas en inglés) es que por cada grado que aumenta la temperatura global media los rendimientos del maíz disminuyen 7,4%, los del trigo 6%, 3,2% los de arroz y 3,1% los de soja. Hay que agregar que la previsión del IPCC es que la temperatura global se incremente 2º en 2050, comparado con el promedio de 1980/1999, debido al aumento del nivel de emisión de dióxido de carbono (Co2) en este periodo. Este es el vínculo directo que existe entre el alza de la temperatura y la caída de los rendimientos agrícolas; y a esto hay que sumarle –según el IPCC- los efectos indirectos del cambio climático en la evolución de la actividad agroalimentaria, en lo que se refiere al despliegue de diversas plagas y factores patógenos. Los productores de zonas templadas como Estados Unidos y la Argentina, comienzan a verse afectados por plagas y patógenos propios de inviernos más cálidos y de menores estaciones frías (o su virtual desaparición). El sistema en su conjunto muestra pérdidas de rendimientos de 10% a 25% por este motivo, en forma particularmente aguda en algunos estados del Medio Oeste, con los casos extremos de Kansas o el sur de Francia. Paradójicamente, las áreas tropicales se ven menos afectadas por esta transferencia de plagas y factores patógenos, lo que responde al hecho de que ya operan en el máximo nivel de temperaturas promedios, y son, por lo tanto, estructuralmente favorables a este despliegue de patologías. El IPCC cita estudios de la Universidad de Oxford que han registrado un movimiento sistemático de plagas hacia el Polo Norte y el Polo Sur de 3 kilómetros por año promedio desde 1960, y en forma más acelerada, de 15 kilómetros anuales hacia los polos del traslado provocado por insectos. El resultado es que la producción agroalimentaria de Estados Unidos, la primera del mundo, y en general de las zonas templadas, muestran rendimientos cada vez más diversificados y variables, a pesar de que se utilizan similares fertilizantes y semillas. Por eso, lo previsible es que los distintos estados del Medio Oeste tengan ingresos dispares por su producción, así como por el precio de los seguros agrícolas, y la creciente volatilidad de los mercados, que ha aumentado 200% / 300% en los últimos 10 años. El Departamento de Agricultura de EE.UU. (USDA) señala que el aumento de la temperatura en 2º centígrados en los próximos 30 años puede provocar una caída de más de 10% en los rendimientos del maíz en los principales países productores del mundo: EE.UU, China, Brasil y la Argentina; y lo mismo sucedería con los cuatro mayores exportadores del sistema (EE.UU., Brasil, la Argentina y Ucrania). Esto significa que más de dos tercios de la producción mundial de maíz y 87% de las exportaciones del grano sufrirían una caída de más de 10% en sus rendimientos en este periodo. Está probado que un aumento en la volatilidad de los mercados agrícolas lleva a restringir el comercio internacional, porque la prioridad de los gobiernos es la estabilización de la economía doméstica. Así ocurrió con la crisis de los precios de los alimentos que se experimentó entre 2006 y 2008 como consecuencia del pleno despliegue del Súperciclo de los Commodities que provocó la irrupción de China, India, y Asia en el mercado mundial a partir de 2001 (incorporación de la República Popular a la Organización Mundial de Comercio / OMC). En ese momento, tanto Brasil como la Argentina y Ucrania, limitaron las colocaciones externas de sus granos, lo que implicó a su vez una disminución significativa de la oferta de su producción en el mercado global. Un importante instrumento de adaptación de los productores de las zonas templadas a la volatilidad característica que acarrea el cambio climático es irrigar con mayor intensidad su producción en las estaciones de extremo calor y escasa lluvia. Entonces enfrentan, en especial en Estados Unidos, la virtual extinción de algunos de sus principales reservorios de agua, ante todo la región acuífera denominada Ogallala, que recorre subterráneamente gran parte del Medio Oeste. Hay que agregar la situación de sequía crónica que ya experimenta la producción de frutas y hortalizas en el Estado de California, de la que depende la provisión de estos recursos vitales para el mercado estadounidense. El desafío del cambio climático ya tiene manifestaciones macroeconómicas en los grandes países productores de agroalimentos, incluyendo a la Argentina; y por eso se convierte por necesidad en uno de los principales puntos de su agenda de política agrícola. |