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Las recientes declaraciones de Bill Gates referidas a la necesidad de abandonar el consumo de carne narural por productos sintéticos generaron gran revuelo. Pablo Borrelli, gerente general de Ovis 21, tiene algo para decir al respecto en el presente artículo. Ovis 21 es el nodo argentino de la metodología de regeneración de pastizales creada por el africano Allan Savory, por medio de la cual se instrumenta un manejo holístico que deja “descansar” el tiempo suficiente a las especies –tanto nativas como foráneas– presentes en un pastizal para promover una recarga de biomasa aérea y subterránea que contribuya generar una acumulación progresiva de carbono en el sistema.

Las recientes declaraciones de Bill Gates, junto con la publicación de su libro acerca de “Cómo evitar un desastre climático”, motivan algunas aclaraciones y comentarios.

En primer lugar es relevante que una figura con esa influencia y poder manifieste su preocupación y vocación de actuar para evitar una crisis climática. Coincidimos también con su opinión de que el cambio climático tendrá efectos peores que la pandemia del coronavirus, a menos que haya una fuerte acción colectiva de toda la Humanidad.

Pero cuando llega a los cursos de acción sobre como resolver el problema, creemos necesario ampliar la mirada. Se trata de un problema mucho más complejo y trascendente que la discusión si comemos carne natural o sintética.

Es cierto que la forma en que producimos alimentos en el mundo genera 25% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero. Casi la mitad de esas emisiones provienen  de la huella de carbono de cultivos agrícolas, mientras que la otra mitad proviene de las emisiones de metano de los rumiantes y la deforestación, que se realiza para ampliar la frontera ganadera y agrícola. El enfoque de mirar solamente las emisiones no permite llegar a una comprensión profunda del problema. Lo que importa es el balance entre emisiones y secuestro. No hay chance de resolverlo si no entendemos el rol de los suelos como sumideros.

Antes de la expansión del hombre en el planeta, miles de millones de hectáreas estaban ocupadas por una población de herbívoros mucho mayor que la actual. Por ejemplo, en la Patagonia, se estima que en el Pleistoceno tardío había unos 25 millones de guanacos, más otros herbívoros extintos como caballos salvajes, vicuñas, milodones, macrauquenias, con su correspondiente población de predadores. Hoy, con la mayor parte de esta megafauna extinta, y con poblaciones de herbívoros que son una fracción de las originales, vemos que la concentración de metano está en aumento. Durante el Pleistoceno se estima que la concentración de metano en la atmósfera era de 730 partes por millón (ppm), mientras que actualmente está en 1900 ppm… Si antes había muchos mas herbívoros que ahora, ¿cómo se explica esto?

En primer lugar, porque se emite metano desde diversas fuentes, incluyendo combustibles fósiles, arrozales, pantanos, efluentes cloacales, etcétera. En segundo lugar, porque en los suelos sanos originale, la actividad de las bacterias metanotróficas era potente, desactivando las moléculas de metano sin dejar que se acumule. Los seres humanos hemos impactado sobre los suelos (sumideros), reemplazando bosques por praderas o cultivos, hemos convertido pastizales perennes en millones de hectáreas de cultivos anuales, donde se destruyen los suelos con labranzas y productos biocidas, y hemos convertido las tierras semiáridas y áridas del planeta en vastos desiertos, por unanimidad, en todos los continentes. Hemos eliminado los mecanismos naturales que hacían que el metano no se acumulara. En lugar de mirar a las vacas como culpables, tenemos que pensar en que está pasando con los suelos.

En el caso hipotético de que tuviera éxito la propuesta de no consumir carne de vaca, probablemente nadie se tomaría el trabajo de criarlas. La ganadería bien podría desaparecer. Aparte de que esto no tendría un efecto importante para mitigar el cambio climático, como bien lo explica el trabajo de W.R. Teague y colaboradores, perderíamos la única herramienta que nos queda para mantener saludables los pastizales de las zonas más áridas. En esos lugares los herbívoros son necesarios para poder remover el material viejo producido en cada estación de crecimiento, y los predadores son necesarios para mantener las poblaciones en equilibrio y para hacer que los herbívoros se muevan. En la Naturaleza, el pastoreo es esporádico, con períodos de descanso. La llegada del hombre contribuyó a perder la megafauna del Pleistoceno, que era esencial para la salud de los pastizales. Luego diezmó a los herbívoros y predadores nativos para instalar los herbívoros domésticos; estos hoy son la única herramienta disponible para evitar la degradación de las dos terceras partes del planeta.

Con pastoreo planificado, imitando el rol de los predadores, se pueden generar condiciones donde los pastizales puedan mantenerse verdes y saludables. Con solamente tres décadas de exclusión de ganadería, los pastizales se ven así:

En la foto de arriba puede verse qué sucede con treinta años sin pastoreo en la zona sudoeste de Chubut: mortandad generalizada de los pastos por exceso de descanso. Una consecuencia esperable si se termina la ganadería en el planeta.

Para que una propuesta no sea reduccionista, debe considerar los aspectos sociales, ambientales y económicos. La propuesta de la carne sintética desconoce la importancia de la ganadería como actividad económica, y como forma de vida y cultura en el medio rural. Millones de personas en todo el mundo viven de la ganadería. Antes de proponer una medida como esa, debería preguntarse si todas las formas de ganadería son iguales. Ignorar esto podría llevar a descartar una de las pocas soluciones que son simples, prácticas, escalables y de triple impacto.

Estamos de acuerdo en que la ganadería industrial (feedlots) y la ganadería convencional son parte del problema, como también lo son la agricultura industrial basada en cultivos anuales y alto uso de insumos.

Pero el análisis no puede excluir a la ganadería regenerativa, que es un paradigma emergente que permite lograr rentabilidad mientras se aumenta la biodiversidad, la infiltración de agua y se secuestra carbono en el suelo. Todo esto en un contexto de soluciones basadas en la Naturaleza, de triple impacto, donde se brinda un propósito a la actividad y se generan nuevas condiciones de vida rural que inspiran a los jóvenes.

Por otra parte, las opciones que se proponen para reemplazar a la carne provienen de monocultivos agrícolas con alto uso de insumos, que tienen una huella de carbono positiva, es decir, producen emisiones. Las hamburguesas de soja como Impossible Burger representan una emisión de 4 kilogramos de CO2 por cada kilo de hamburguesa. La soja misma, tiene una emisión de 2 kilos de CO2 eq. por kilo.

La ganadería regenerativa es una opción en la cual todas las emisiones del sistema son recapturadas y almacenadas en el suelo, con un balance negativo: cada kilo de carne equivale a 3,5 kilos de CO2 que fueron secuestrados del aire. Los pastizales bien manejados funcionan como “bombas” de carbono, maximizando la fotosíntesis.

Por otra parte, la huella de carbono de la carne sintética es desconocida. Los laboratorios que la producen consumen energía, que raramente es energía limpia. No se menciona la huella de carbono de los carbohidratos, aminoácidos y minerales utilizados en los medios de cultivo. Tampoco se menciona que esos nutrientes provienen de una agricultura que transforma ecosistemas biodiversos en monocultivos que destruyen la vida en el suelo, pierden carbono y alteran el ciclo del agua.

Muchos autores consideran que producir  carne artificial va a contramano de la tendencia mundial a comer productos naturales, no contaminados y producidos regionalmente. Los aspectos de bioseguridad tampoco están muy claros. ¿Como se hará para controlar que estas proteínas sintéticas no vengan contaminadas con patógenos, tras largos tiempos de exposición a estos laboratorios?. Consideremos que clase de tratamientos requerirán, cuando todavía son tan frecuentes las infecciones hospitalarias.

Comer o no comer carne es una discusión errónea. La pregunta central es cómo se produjo. Carnes, cereales, vegetales y frutas deberían ser regenerativos como un imperativo ético. Deberíamos promover el consumo de carne natural, producida en un ambiente diverso, en armonía con la fauna, con alimentación a pasto, proveniente de animales que tienen el comportamiento natural de su especie, mientras se secuestra carbono y agua. Un producto generado por miles de familias orgullosas de su magnífica contribución al planeta.

En un mundo que está sufriendo  las consecuencias de la forma arrogante con la que la especie humana “somete a la tierra” e interviene con ignorancia en los procesos ecosistémicos, dudo mucho que la carne de laboratorio, de costo exorbitante, que destruye ecosistemas, con huella de carbono desconocida y con altos riesgos biológicos sea una solución para el cambio climático.