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El ingeniero agrónomo del INTA Pergamino, Mariano Luna, estudia todo lo que tiene que ver con las aplicaciones con agroquímicos sobre los cultivos, para frenar malezas, plagas y enfermedades. Frente al debate que propone fijar distancias desde las zonas pobladas para poder hacer esa tarea agrícola, el especialista insiste que no es lo más importante a discutir. Y más bien recomendó “tener en cuenta las cuestiones climáticas por las que nos debemos regir para hacer las aplicaciones y las inherentes a los productos que vamos a utilizar”.

Bichos de Campo habló con Luna porque los asesores de la Comisión de Agricultura de la Cámara de Diputados están analizando diferentes proyectos de ley sobre aplicaciones de agroquímicos y fertilizantes. Hay al menos tres iniciativas que fueron resumidas en un reciente informe de la Fundación Barbechando, que sigue siempre atenta los debates legislativos sobre cuestiones vinculadas a la producción agropecuaria.

El debate respecto del uso de agroquímicos y las aplicaciones en general viene ganando espacio en la agenda social y sectorial. Ante los reclamos de quienes habitan los periurbanos, los gobiernos municipales o la justicia terminan delimitando distancias a zonas periurbanas y creen que con eso se resuelve el tema. Pero en realidad lo que hacen es intentar despejar con un pelotazo fuera del área el peligro de gol.

Desde su posición como especialista en aplicaciones, Luna insiste que a la hora de reducir los riesgos es mucho más importante el modo y el contxto en que se utilizan los agroquímicos, que la distancia del lote de las zonas pobladas.

En ser sentido, destacó que siempre es necesario considerar la dirección del viento, que vaya en sentido contrario al sector periurbano a cuidar. También se debe prestar mucha atención a la “inversión térmica”. Se trata de una condición ambiental que hace que las gotas de agroquímicos que se producen queden suspendidas en el aire y con el riesgo de que una brisa las transporte a otra zona.

“Las distancias de 500, 1.000 o 1.500 metros son irrisorias, pues hay catalogadas inversiones térmicas que viajaron 10 kilómetros. Las distancias no reflejan los que debemos hacer en el campo”, enfatizó el profesional.

E insistió: “¿Queremos dejar distancias de amortiguación para ser más seguros? Perfecto, pero no necesitan ser de 1.500 metros. Con haber barreras verdes de 5 o 10 metros, y dejando distancia de amortiguación  de 30 metros a un curso de agua, es suficiente”, explicó.

Luego se refirió a los productos: “Hay que usar los que son poco volátiles en zonas periurbanas y los de banda verde”.

“Teniendo esos cuidados, uno puede hacer aplicaciones con una seguridad altístima”, enfatizó Mariano.

El especialista destacó otros aspectos que también consideró fundamentales: “Hay que ocuparse, formar al personal; tener un registro de aplicadores por municipio, por zona y habilitarlos para hacer aplicaciones periurbanas;  hay que enseñarles qué boquillas usar, en qué condiciones aplicar; a esas máquinas hacerles todos los años una VTV de aplicaciones para que estén en correctas condiciones, y que todas las aplicaciones se hagan con receta fitosanitaria y con un agrónomo que esté controlando”, enumeró.

Finalmente Luna destacó que es positivo que en los proyectos de ley se contemple que los equipos tengan “una caja negra al modo de los aviones, para que quede registro de lo que se hizo” en cada momento.