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En los ensayos en soja, trigo, maíz y arroz demostró un diferencial de rinde significativo y una función reparadora y detoxificante en las plantas afectadas por el estrés.

El bioestimulante logra que la biomasa aérea del cultivo se desarrolle con mayor vigor.

La tecnología de bioestimulantes, en este caso un fertilizante foliar orgánico-mineral, es una herramienta muy interesante para potenciar el crecimiento del cultivo, ayudarlo a “bancarse” el calor y la sequía y hasta “recuperarlo” cuando queda golpeado por la aplicación de un herbicida post-emergente.

Estos son los principales beneficios que comprobaron un grupo de referentes agronómicos de Argentina, Uruguay y Paraguay que probaron en ensayos a campo el fertilizante foliar Vitagrow, que lanzó esta semana Rizobacter en el mercado argentino.

Lo contaron en una conferencia que se transmitió online y que comenzó con las breves disertaciones de Sergio Pieroni, jefe de operaciones de Profarm, la compañía que desarrolló la tecnología UBP-110 (el principio activo del producto), y Fernando Sánchez, jefe de productos de la línea de Nutrición de Cultivos de Rizobacter.

Pieroni (arriba) y Sánchez explicaron las características del producto y contaron que se probó en ensayos en toda la región.

Pieroni (arriba) y Sánchez explicaron las características del producto y contaron que se probó en ensayos en toda la región.

Pieroni destacó que es un producto de fácil absorción y que mejora en forma sinérgica la eficiencia en el aprovechamiento de fungicidas, insecticidas, herbicidas y de otros fertilizantes. “Cuando Vitagrow está dentro, la fisiología de la planta mejora”, destacó.

Sánchez dijo que este bioestimulante logra que la biomasa aérea se desarrolle con mayor vigor, sostiene la capacidad fotosintética de las plantas, logra un mayor desarrollo radicular y deja las defensas listas para tolerar condiciones de estrés.

Pero cada una de estas ventajas hay que demostrarlas en el campo. El investigador del INTA Pergamino, Gustavo Ferrari, lo hizo en los ensayos que coordinó en el norte de Buenos Aires y en el sur de Santa Fe, en plena zona núcleo.

Detectó que el bioestimulante es muy útil cuando hay una condición de siembra desfavorable -suelos fríos y húmedos o con bajo porcentaje de nutrientes-. También que ayuda mucho a las plantas cuando se utilizaron altos niveles de herbicidas para controlar malezas problemáticas como rama negra o yuyo colorado. En la soja encontró incrementos de rinde de entre un 6% y un 9%.

Desde Uruguay, el experto en fertilización Esteban “Tato” Hoffman coincidió en el efecto bioremediador o reparador del producto para lidiar con las secuelas “subclínicas” -la fitotoxicidad- que dejan las aplicaciones de algunas mezclas de herbicidas que se usan en post-emergencia para controlar las malezas que escaparon.

Midió una diferencia de hasta 500 kilos de rinde por hectárea en los surcos de soja en los que se uso Vitagrow junto al herbicida. También detectó que en las plantas afectadas por la sequía, el producto era clave para que consiguieran cerrar el surco.

El consultor Jorge González Montaner probó a fondo el bioestimulante en el trigo y en la cebada, en el sur de la provincia de Buenos Aires. “En los lotes en los que se hace fina sobre fina, el aporte fue muy significativo: un plus de rinde de hasta un 17%”, destacó.

En soja también detectó respuesta. Y en el maíz, el tratamiento con UBP-110 líquido(las siglas quieren decir en inglés Universal Bio Program) en las semillas más el fertilizante foliar dejó un extra de hasta 1.200 kilos por hectárea.

En Uruguay, el ingeniero Hernán Zorrilla aplicó Vitagrow en lotes de arroz convencional y con tecnología Clearfield. “Desapareció la fitotoxicidad del herbicida y conseguimos un plus de rinde del 7%, con un cultivo mucho más vigoroso”, aseguró.

Zabini mostró la diferencia en el tamaño de las plantas de soja en los surcos tratados con el bioestimulante (los de la derecha).

Zabini mostró la diferencia en el tamaño de las plantas de soja en los surcos tratados con el bioestimulante (los de la derecha).

En la última disertación, André Zabini, doctor en Ciencias Agronómicas, contó que probó el producto en un campo experimental de Hernandarias en Paraguay. Es un ambiente interesante para hacer ensayos con un bioestimulante porque el cultivo atraviesa buena parte de su ciclo en condiciones de alto estrés hídrico y térmico.

En la soja, Zabini midió una diferencia de rinde muy importante en lotes que superaron los 5.000 kilos por hectárea -en condiciones climáticas muy buenas- y una diferencia de 400 kilos -en los surcos tratados con Vitagrow- en una campaña en la que el calor y la sequía golpearon duro al cultivo.