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“No sabemos cuánto se van a morir, pero entre muertos y planteles que se van a vender a otras provincias o para faena, seguramente la caída del stock ganadero de la provincia va a ser no menos del 30%”. Con esa crudeza se inicia una crónica publicada por El Liberal de Santiago del Estero. Quien lanzó ese pronóstico fue el presidente de la Federación de Asociaciones Agropecuarias Santiagueñas (Faas), José Ferreiro. El medio local hizo las cuentas y concluyó que si el rodeo vacuno de la provincia ronda los 1,6 millones de cabezas, “por la falta de agua y alimento caería en unos 480 mil ejemplares”.

¿Puede la provincia de Santiago del Estero perder el 30% de su stock bovino? La sequía se ha ensañado con esta provincia y con todo el norte del país. “Uno de los problemas principales es que no hay alimento para la hacienda ni el ganado menor y, tampoco para iniciar las siembras de este período como la de algodón o maíz”, describió la crónica periodística, confirmando esa posibilidad.

Como sea, las declaraciones del ruralista Ferreiro coinciden en gran parte con un informe realizado por el INTA Santiago, que alerta también sobre las consecuencias de este contexto de grave sequía. Ese análisis realizado por los ingenieros Mario Mondino, Omar Puig, Dino Gómez, Martín Ruella, Sebastián Coriale, Valeria Perotti y el director de la Experimental Marcelo Navall, precisa que las precipitaciones del ciclo otoño-invierno-primavera alcanzaron en 2020 “en el mejor de los casos 300 milímetros”, la mayoría caídos entre marzo y abril.

Esa cantidad de agua “está muy por debajo de la media histórica y se asemeja a la campaña 2013, cuando se sufrió una intensa seca con gran afectación de cultivos y pasturas”, advirtieron desde INTA.

El organismo técnico confirmó que la ganadería, la actividad con mayor crecimiento en Santiago del Estero, está severamente amenazada. Esto sucede porque “El planteo alimentario que hacen la mayor parte de los establecimientos es a base de pasturas de gatton panic complementado en algunas ocasiones con cultivos de sorgo doble propósito y en los últimos años ha ganado popularidad el planteo de manejo MBGI combinando monte con pasturas implantadas y naturales”.

“Esta pastura permanece en estado latente durante el invierno por efecto de la disminución de la temperatura del ambiente. A comienzos de septiembre y con el aumento de la temperatura, retoma nuevamente el crecimiento a partir de las reservas acumuladas. Pero debido a la falta de agua, los rebrotes de las mismas se han visto muy resentidas y la escasa producción de biomasa ha sido consumida rápidamente”, alertaron los especialistas.

En este escenario, “se observan lotes sobrepastoreados desde hace más de dos meses, y si bien la mayoría de los establecimientos normalmente confecciona reservas en forma de rollos durante el verano y el otoño para ser usados en el invierno, las mismas han sido empleadas totalmente para alimentar a los animales por lo que su disponibilidad actual es prácticamente nula”.

“Esta escasez local de reservas, obligó a los productores a comprarlas en lugares distantes, por lo que, además de pagar un alto precio por el rollo o suplemento, deben asumir adicionalmente importantes costos de transporte”, completó el panorama.

El INTA añadió que “debido a esta crítica situación de falta de agua, la oferta alimenticia en general es prácticamente nula, por lo que presagia una importante disminución de la receptividad de los campos ganaderos de la provincia, a lo que deberá agregarse una importante cantidad de hectáreas con pasturas que se perderán irremediablemente”.

Muchos productores ganaderos, en este marco, ya decidieron adelantar los destetes con el fin de poder mejorar la condición corporal de los vientres para la preñez. Pero “a pesar de esta medida, la condición corporal actual de la vaca de cría es en general muy exigua, por lo que se prevén perdidas de gestación”. Esto es, menos terneros el año que viene.

El dramático escenario definido por el INTA se completa con que “el agua almacenada en represas está prácticamente agotada, y las aguas de napa o de perforación, a la par de que han disminuido drásticamente sus volúmenes, han aumentado considerablemente sus niveles de salinidad y poco a poco también se van agotando, lo que compromete los índices productivos”.