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En mapuche (o mapudungun, “idioma de la tierra”), la palabra “fenhue” fusiona los conceptos de carne y lugar. Y Fenhue es la marca, el nombre, con que sale al mercado la carne de los productores que integran la Asociación de Emprendedores de la Cadena de Carne a Pasto del Sudoeste Bonaerense.

“Necesito sentirme orgulloso de lo que hago; la carne a pasto resulta más cara de producir por el costo de oportunidad al dejar de hacer un cultivo agrícola y eso no se refleja en el precio final pero para mí vale la pena intentarlo”, expresa Daniel Feller, productor ganadero y presidente de esta asociación civil. “Yo antes engordaba a corral pero no me gustaba, no me sentía orgulloso de lo que hacía, sobre todo al ver a los animales encerrados o encharcados”.

“Tenemos un fuerte compromiso con el bienestar animal, con la salud humana y con el ambiente”, enfatiza Feller. “Y esta carne es más sana para el que la consume, más amigable con la naturaleza y provee mejor vida al animal; hace poco que arrancamos y nuestro objetivo es que en un tiempo podamos vender a mejor precio en el mercado, es decir, que se reconozca todo lo que esta carne implica”. 

Gabriel Domper es ingeniero agrónomo y asesor Cambio Rural de productores de ganadería regenerativa y dice algo que es clave: que los productores a pasto necesitan sentir que no están “solos contra la corriente”, y que hacer carne a pasto es el camino que deberían recorrer todos los ganaderos. 

“Estos productores tienen otra relación con los animales: están más conectados con ellos y con el entorno”, describe. “El objetivo de la asociación es hacer fuerza entre todos, hacer correr el boca en boca sobre la calidad y sustentabilidad de estos planteos productivos, y es el momento justo porque hay una mayor conciencia (y demanda) social y ambiental por parte de la sociedad en general”.

“Muchos de los productores que asesoro tenían, por momentos, la sensación de que debían ‘modernizarse’ y empezar a hacer feedlot, pero a la vez no lo querían hacer porque no les gusta para nada”, explica Domper. “Es más, hasta muchas veces me han dicho: ‘si tengo que hacer corral mejor alquilo el campo y me voy a otro lado porque no me gusta el olor del feedlot ni ver a los animales ahí’”.

La asociación consta de 8 productores y dicen que hay varios más interesados; actualmente el sistema de comercialización es de carne envasada al vacío, tarea que está a cargo de Jorge Marcenac, que también es productor ganadero. “Este envasado con nuestro sello Fenhue es la forma que tenemos de garantizar la procedencia de carne a pasto, ya que por ahora no tenemos una certificación”, explica. “Realizamos la distribución en carnicerías desde Pigüé hasta Bahía Blanca y Monte Hermoso, y luego en distintos lugares de la Patagonia”. 

Con respecto al grado de aceptación que tiene la mercadería, Marcenac es contundente: “Los carniceros que la aceptan es porque ven el negocio y comprenden que pueden atraer otro tipo de público o porque están convencidos de que este tipo de carne es mejor, mientras que quienes no la suman a su oferta es porque no quieren salir de su zona de confort y no ven la necesidad de hacer diferenciación de carnes entre los clientes, por eso creo que es importante comunicar correctamente las bondades de esta carne”.

Este tema de “comunicar la carne a pastizal” parece ser clave para todos los integrantes de la asociación, en especial para derribar mitos que le juegan en contra, como el rechazo que genera en el consumidor la carne un poco más oscura y con grasa más amarilla que la de feedlot y que se suele asociar erróneamente a un animal viejo y, por lo tanto, de carne dura.

“Es fundamental terminar con el desconocimiento: muchas personas buscan que la carne sea visualmente clara y con grasa blanca porque eso los hace pensar en un animal chico, tierno y de mejor calidad”, resume Marcelo Champredonde del INTA Pigüé. “En este sentido es importante sumar al consumidor, aspiramos a que los consumidores formen parte del espacio, que visiten los campos y garanticen que es a pasto y, también, empezar a evaluar no solo cuánta carne debemos comer sino de qué calidad y de qué procedencia”. 

“En lo personal, la asociación implica haber materializado un proyecto que parecía muy lejano en un contexto comercial y social muy adverso, así que da mucha satisfacción que se haya concretado”, agrega. “Además, permite formalizar un lugar de encuentro entre productores, genetistas, comercializadores y funcionarios”.

Para Martin Narbaitz, del Centro Argentino de Biotecnología Animal, la asociación es un gran acierto de unión entre la actividad privada y una gran institución como el INTA: “La posibilidad de integrarnos y de tener el apoyo técnico de investigadores reconocidos es un logro importante y una gran satisfacción personal”.

“Esto nos permite llegar a más productores gracias al servicio de extensión y creo que a corto plazo los productores, la industria y el mercado se verán favorecidos ya que cuando la demanda del consumidor sea más intensa, como ocurre en otros lugares del mundo, la industria deberá remunerar mejor a los productores”, reflexiona.

“En otros países, este tipo de carne se paga hasta un 50% más que la de feedlot mientras que acá la industria nos paga menos responsabilizando al consumidor, pero esto irá cambiando con el tiempo y al comunicar las cosas como son: dando a conocer las ventajas nutricionales y ambientales de la carne a pasto”, resumió.